Justin terminó de correrse en la boca de aquella prostituta.
- Muy buena mamada guapa.
Le dio el billete de 20 euros que habían acordado y ella salió del coche.
No podía irse de Madrid sin probar las famosas travestis de la Casa de Campo. Satisfecho condujo hasta Alcobendas donde le habían proporcionado la dirección de un camello de confianza que le pasaría coca de la mejor calidad.
Le había dicho a Sandra que pasaría todo el día arreglando unos papeles de trabajo, así que tenía muchas horas por delante para “conocer” la cuidad.
Cuando llegó a la dirección, tocó el timbre. Una voz femenina le dijo que pasara. La casa era inmensa y sonaba música. Estaban de fiesta. Habría unas 20 personas alrededor de la piscina, comiendo, bebiendo y esnifando rayas en elegantes bandejas de plata. Allí no faltaba de nada. Se fijó en que la gente era muy atractiva y había mucha tensión sexual en el ambiente. Notó como se le ponía dura. De repente apareció una mujer de unos 40 años. Se dio cuenta de que estaba muy buena. Llevaba un bañador minúsculo que apenas le tapaba los pezones de unas tetas que, claramente, eran operadas.
-Pero muy bien operadas- pensó mientras no apartaba la vista de ellas.
Se presentó y se lo llevó a una habitación donde podían hablar tranquilos. Rápidamente fueron al grano. Le puso a una buena raya para que comprobara la calidad del material y, tras mirarlo de arriba abajo descaradamente, le invitó a quedarse a la fiesta.
A esas alturas ya estaba muy cachondo y ni se lo pensó. Se fueron al salón y se sirvieron unas copas. Le presentó a mucha gente, pero entre todos le llamó la atención una pelirroja de ojos verdes que no paraba de bailar y que, de vez en cuando, lo miraba. Paola, que así se llamaba la anfitriona, se la presentó y se fueron los tres a meterse unas rayas a la habitación. Encendió el equipo de música y comenzó a sonar un tema de los Fuggees. La pelirroja comenzó a bailar con Paola. Él se agacho para esnifarse la raya y, al levantar la vista, vio como Paola tenía el bañador por la cintura y la pelirroja le estaba chupando los pezones. Ella lo miró y lo atrajo hacia sí. La pelirroja se retiró para observarlos y se empezó a acariciar. Paola se quitó el bañador del todo. Él estaba loco de excitación. No aguantaba más y penetró a Paola una y otra vez hasta que se corrió. Las chicas seguían con ganas de marcha y empezaron a enrollarse otra vez entre ellas. Como veía que no terminaban y él ya estaba satisfecho, salió al salón a fumar y a servirse otra copa. Cuando se la terminó miro el reloj y pensó que ya era hora de volver a casa con su novia.
Un capítulo del libro: ¿ Puede haber algo peor?
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