viernes, 28 de septiembre de 2012

AQUÍ VA UN ADELANTO DEL SEGUNDO LIBRO QUE VA DE CAMINO.




VALERIA Y GAEL

Capítulo 1
GAEL y DOÑA ELENA.
Por más que lo intentaba, Gael no lograba encontrar la postura adecuada. Era imposible conseguir dormir en aquel avión. Ya llevaba ocho horas de vuelo y apenas había podido conciliar el sueño. Estaba muy nervioso, y la gruesa señora que se sentaba a su lado, tampoco ayudaba mucho para que se sintiera más cómodo. No podía entender como hacían los aviones tan estrechos.
Cogió uno de los periódicos que amablemente le había ofrecido a la entrada aquella azafata tan guapa, y se dispuso a leerlo con la intención de que el tiempo se le pasara un poco más rápido. Había noticias sobre España. La palabra crisis aparecía en todas y cada una de las páginas de aquel diario. También hojeo algunas noticias internacionales, temperaturas, resultados de eventos deportivos, el precio de las acciones…Pero nada, no se lograba concentrar. Tenía la impresión de que llevaba metido en aquel dichoso avión toda una vida.
Se puso a imaginar cómo sería su llegada a Madrid. Ya solo le quedaban unas horas para aterrizar. No pudo evitar sentir un incómodo nudo en el estómago. ¿Cómo sería España? ¿Encontraría pronto trabajo? Era la primera vez que se separaba tanto de su familia. Nunca antes había viajado tan lejos de Argentina.
 Intentó seguir leyendo aquel periódico, pero no había manera de poder centrar su atención. Le vino a la mente su preciosa novia, Valeria. De momento no podría acompañarlo. Hasta que no estuviera instalado, y un poco ubicado en Madrid, no les había parecido buena idea a ninguno de los dos. Ella aún estaba acabando sus estudios y así lo habían decidido.
 En Argentina lo veía todo muy claro, pero ahora que se acercaba el momento, solo podía sentir una gran incertidumbre ante lo que se le venía encima. Había ratos en los que pensaba que todo había sido un error y una auténtica locura, y otros, en los que aquella decisión le parecía la idea más brillante y acertada que había tenido en toda  su vida. Ahora mismo, para su propia angustia, primaba lo primero.
A llegar a Madrid se quedaría unos días en casa de Doña Elena, una tía de Valeria, que se había ofrecido amablemente a hospedarlo hasta que encontrara algo acorde con sus posibilidades. La idea, a Gael, no le terminaba de gustar demasiado, pero sabía que era la mejor opción, ya que de ese modo, los gastos se reducirían considerablemente. Así que aunque no era el mejor plan en un principio, se sentía agradecido por el detalle que había tenido aquella señora al invitarle a su casa sin tan siquiera conocerlo.
Doña Elena apenas había podido conocer a sus sobrinas, sin embargo, siempre había sentido un cariño especial hacia ellas. Por eso, en cuanto se enteró de que  Gael, el novio de su sobrina pequeña, se mudaba a Madrid, no dudó en ofrecerle su casa una temporada. Le apetecía mucho conocer mejor a su sobrina, ya que tristemente, solo había podido disfrutar de ellas en un par de ocasiones. La última: aquel viaje que hizo junto su marido, Charles, a Italia aquel verano de 1989.
Viajar a Florencia era uno de los sueños que ambos tenían pendientes, ya que tanto a ella como a Charles, les apasionaba el arte; y además, aprovecharían aquel viaje  para conocer mejor a su familia y pasar un tiempo con ellos. Así que en cuanto tuvieron el tiempo, y el dinero suficiente, prepararon las maletas  y volaron hasta Italia.
 Doña Elena y su hermana pequeña,  Mariana, no se habían podido ver en todos aquellos años por circunstancias de la vida. Las habían tenido que separar cuando apenas eran unas adolescentes, y desde entonces, no se habían vuelto a reunir sino en un par de ocasiones.
Pero Elena no  tardó en comprobar que la hermana que se encontró en aquel lugar, no tenía nada que ver con la hermana que recordaba. En lugar de la niña tímida y dulce que había dejado atrás, encontró  a una mujer tosca y fría como el hielo.  
Por suerte, Elena no tardó en darse cuenta de que sus sobrinitas eran todo lo contrario  a su madre. Valeria y Carla se habían convertido en unas niñas sensibles y muy cariñosas. Desde el primer día que las conoció, Elena no pudo evitar sentirlas como parte de su ser. Nada que ver con lo que le hacía sentir  su propia hermana. La decepción que se había llevado con  ella, era tan grande que la tenía totalmente  desconcertada.
Pero su hermana Mariana no solo era desagradable con ellos. Lamentablemente, no tardaron en observar que con sus propias hijas también era arisca y muy distante. Elena no podía entender como una madre podía ignorar así las muestras de cariño que le brindaban sus dos preciosas hijas. En todo el tiempo que estuvieron en aquella granja, no pudieron presenciar ni una mísera muestra de amor por parte de su hermana hacia sus sobrinas. Elena nunca antes se había sentido tan triste y decepcionada en la vida. Todo aquello le había partido el corazón.  Que fuera brusca con ellos, podía entenderlo y hasta tolerarlo; ya que por las pocas veces que se habían podido reunir, eran casi como dos desconocidas, pero que fuera tan fría con sus propias hijas, era algo que su mente no lograba comprender.
 Y aunque tanto Elena como Charles se esforzaron al máximo por adaptarse a aquella granja, la realidad fue que  no lograron estar  cómodos en aquel lugar ni por un solo segundo. Así que al cuarto día, se inventaron una excusa y partieron rumbo a Florencia, no sin por ello, dejar una parte de sus corazones con aquellas preciosas niñas.
Aquella misma noche, cuando llegaron a Florencia, ambos sintieron que ese viaje les marcaría de por vida sin saber exactamente el por qué.
El hotel donde se hospedaron, resultó ser el hotel con más encanto que habían visto nunca. El discreto hotel Brunelleschi, con su vieja torre bizantina, estaba escondido en una pequeña calle del centro de la ciudad, donde solo bicicletas  y pequeños autobuses eléctricos  tenían permitido el accesoAquel lugar era una auténtica maravilla. No había visto  nunca un lugar parecido, tan elegante y acogedor. La habitación no era muy grande, pero estaba decorada de una manera exquisita. La cama era inmensa, y cuando Elena vio la bañera, pensó que se iba a desmayar de un momento a otro.
-          Pellízcame- le dijo con una enorme sonrisa en la cara-, esto tiene que ser un sueño.
Charles la miraba con los ojos brillantes de amor. Estaba muy feliz de verla por fin sonreír después de aquellos duros y desconcertantes días que habían pasado en la granja. Si había algo en el mundo que a Charles le hiciera ponerse triste, era ver a Elena mal. A veces la miraba mientras dormía y pensaba que no se podía querer más a nadie. Sin duda, ambos eran muy afortunados de tenerse el uno al otro.


Y a pesar de que Elena estaba realizando uno de sus sueños al estar en Florencia, no podía evitar darle vueltas y más vueltas a lo que había encontrado en la casa de su hermana. Lo que se suponía que tenía que ser un viaje familiar para unir lazos y conocerse mejor, había sido la peor experiencia de su vida.
-          Cariño, no lo pienses más. Hacía muchos años que no os veíais y la gente cambia- dijo Charles en un intento de consolarla -.Os separasteis siendo muy pequeñas y ya casi sois como dos desconocidas.
Después de tantos años de relación se conocían a la perfección, y aunque Elena no verbalizara lo que estaba pensando, Charles lo sabía perfectamente.  Era suficiente con mirarla a la cara para saber lo que estaba sintiendo en cada momento. Además, para él también había sido impactante encontrarse con aquella desagradable y fría mujer que había resultado ser su cuñada. Él había imaginado que Mariana sería una versión un poco más joven de su querida Elena, pero nada más lejos de la realidad.  
-          Supongo que sí. Pero… ¿viste cómo hablaba a sus propias hijas? Esas niñas son la dulzura personificada. ¿Cómo puede alguien tratarlas así? ¡Es su madre! Si fueran mis hijas las colmaría de amor y  de cariño.
-          No tengo la menor duda- y abrazándola tiernamente, la hizo olvidarse por un rato se sus penas.
 Cuando terminaron de hacer el amor, Charles le susurro al oído:
-          Seguro que en este viaje encargamos un bebé y podrás mimarlo y malcriarlo todo lo que quieras.
-          Pero… ¿eso no era en París?- Y ambos echaron a reír antes de quedarse completamente dormidos, abrazados el uno al otro como habían hecho cada noche en los últimos quince años.
Cuando despertaron a la mañana siguiente, Elena salió disparada de la cama y, emocionada como una niña el día de Papa Noel, descorrió aquellas pesadas y tupidas cortinas. El sol entró imponente en la habitación, que al verse iluminada se tornó aun más bonita que la noche anterior. Las vistas que vislumbraron, casi les hace llorar de la emoción.  Aquella habitación contaba con una de las mejores vistas de la ciudad, y probablemente, con una de las mejores vistas del mundo. La redonda cúpula de la catedral y la afilada  torre del Palazzo Vecchio destacan sobre un apretado mar de tejas rojas.
Fueron unos días realmente felices para ambos. Florencia les pareció la ciudad más romántica y bonita del mundo. Pasearon por sus   recónditas y  estrechas calles, visitaron sus magníficos museos, contemplaron extasiados sus esculturas, probaron toda clase de pasta…Sin duda alguna, fue el mejor viaje de sus vidas.
Si alguien les hubiera dicho que ese sería el último viaje que harían juntos, no se lo hubiesen creído. Pero desgraciadamente, así fue. Al poco tiempo de regresar a Madrid, Charles sufrió un paro cardiaco y murió repentinamente.
De aquel fatídico día habían pasado ya doce años, pero  Elena seguía sintiendo su ausencia segundo tras segundo. No pasaba ni un solo día en el que no lo recordará.  El vacío que Charles había dejado era tan grande que nunca nada había logrado mitigarlo. Al principio pensó que nunca lo podría superar, pero la vida se encargó de hacerle ver que todo continúa para bien o para mal. Nunca más se pudo volver a enamorar, simplemente era algo que no concebía. Charles era el amor de su vida y así seguiría siendo, hasta que se volverían a encontrar en algún otro lugar.
 Por eso, en cuanto su sobrina pequeña, Valeria, le contó por teléfono sus  planes, una nueva ilusión asomó por su vida. La idea de conocer mejor  a su sobrina  le apetecía muchísimo; y aunque ella de momento no venía a Madrid, el hecho de poder conocer a su novio, también le hacía mucha ilusión. Por ello no dudó ni por instante en ofrecerle su casa a Gael, ya que de algún modo, tenerle cerca al él,  sería como tenerla más cerca a ella.
 Con su hermana Mariana, apenas había mantenido el contacto; ya que si en persona había sido fría, por teléfono era realmente gélida y sin ningún tipo de conversación. Así que como es lógico, Elena se terminó cansando de aquellas forzadas e incomodas llamadas, se dio por vencida y dejó de intentar acercarse a su  hermana.
 Con sus sobrinas fue todo un poco más fácil. Elena nunca logró sacarlas de su corazón y puso mucho empeño para que no se distanciaran, así que durante todos aquellos años habían conseguido mantener el contacto. Y  aunque Carla y Valeria tampoco se caracterizaban  por su verborrea, a su modo, siempre se mostraron cercanas y cariñosas con su tía.
 Elena nunca supo bien el por qué, pero cada vez que se acordaba de las dulces niñas que había conocido en aquella granja, se le hacía un nudo en la garganta y se le partía el corazón.  Sin saber muy bien el motivo, sentía que estaba en deuda con  sus sobrinas.
 La realidad fue, que Valeria y Carla, tampoco tardaron mucho tiempo en independizarse e irse de aquella deprimente granja. Elena intuía que sus sobrinas nunca habían llegado a ser felices allí.
Así que el hecho de que la vida, sin esperarlo, les estuviera dando una nueva oportunidad de reencontrarse, le parecía de lo más estimulante.
Hacía tiempo que Doña Elena no se sentía tan feliz.





No hay comentarios:

Publicar un comentario