viernes, 14 de diciembre de 2012

NUEVO LIBRO.


Gael se levantó con una resaca horrorosa. Abrió los ojos y se asustó. Aquella pared de color berenjena no era la de su habitación. Tardó unos largos segundos en recordar que se había ido a tomar “la última” a casa de Raquel. Se dio cuenta de que ella no estaba en la cama. Pero estaba muy confuso y no recordaba  gran cosa, así que no tenía nada claro si se habían llegado a acostar, o no.
Raquel no tardó en aparecer. Traía una bandeja con el desayuno, y al observar que lo único que llevaba puesto eran unas braguitas blancas de algodón, tuvo clara la respuesta: sí, se habían acostado. 





            Raquel era una de las modelos más conocidas de Argentina y Gael llevaba detrás de sus huesos una temporada. No supo identificar el por qué la imagen de aquella súper modelo en ropa interior, no le provocaba tanta felicidad como se había podido imaginar.
-          Hola dormilón- le dijo ella dejando la bandeja en la mesilla de noche- ¿Tienes hambre?
La modelo olía muy bien, se acababa de duchar. Gael no pudo evitar sentir una oleada de placer entre tanto dolor de cabeza. Últimamente se estaba corriendo muchas juergas, y su cuerpo ya no estaba para tantos trotes. Estaba empezando a cansarse de tantas noches de alcohol y desenfreno.
-          Me voy a terminar de arreglar que a las doce empieza el desfile. ¿Nos vemos allí? Yo tengo que estar un rato antes para la prueba, el maquillaje y todos esos rollos, pero te dejo el pase, ¿ok?, ¿tú te acercas después? - Y plantándole un  sonoro beso en los labios se dirigió hacia el baño para terminar de prepararse.
Gael tenía que reconocer que tenía un cuerpo de escándalo. Pero entonces, ¿por qué no se sentía en la gloria? Se incorporó y se comió el desayuno. Sin darse cuenta se volvió a quedar dormido. Cuando se despertó, Raquel ya se había ido. Le había dejado una nota y el pase de la puerta para que pudiera acceder al evento sin problemas.
No tenía ni idea de cuándo, ni por qué, habían quedado para ir a ese dichoso pase de moda. No sabía a qué desfile se refería Raquel, ni por qué él tenía que acudir a verlo. Maldito alcohol. No le apetecía nada ir. Solo quería irse a su casa, comerse un buen asado de su madre, y dormir todo el día hasta que aquella horrorosa resaca se le pasara del todo. Antes toleraba muy bien las resacas, pero cada vez las llevaba peor. Le entraban unas depresiones post-party brutales.
            Se levantó aturdido de la cama. Buscó su ropa por la habitación, y del bolsillo de su pantalón vaquero, sacó su teléfono móvil. Ninguna llamada. Miró la hora: ya eran las once. Se estiró, y entre bostezos, se dirigió desgreñado, legañoso y en calzoncillos hasta el baño, dispuesto a lavarse la cara y despojarse un poco de aquella maldita y confusa resaca.
- “Qué departamento tan acogedor” -pensó sorprendido Gael mientras lo contemplaba.
El piso no era muy grande, pero sin duda, era muy original y bastante moderno. El salón estaba decorado con un mullido sillón de tres plazas forrado con telas de diferentes colores y abarrotado de un montón de coloridos cojines. Las paredes estaban adornadas con divertidas y llamativas láminas que se desperdigaban a lo largo y ancho de toda la pared.  Gael se acercó para contemplarlas de cerca y vio que se trataban de bocetos originales de diseños de ropa de mujer. Supuso que serían regalos de los diseñadores para lo que Raquel solía desfilar.  
La cocina estaba en la misma estancia que el salón; era pequeñita, de madera y muy estilosa. Parecía todo sacado de un catalogo de IKEA. A Gael le llamó la atención lo limpio y ordenado que estaba todo.
 La acogedora estancia conectaba con un estrecho y largo pasillo de color lila que tenía dos puertas. Cada puerta pintada de un color distinto. La primera pintada de un verde turquesa, y la segunda de un amarillo pastel.  Era una combinación preciosa.         Por un momento se sintió como si fuera uno de los personajes de una fabula infantil. Sin duda alguna era una casa con magia.
Abrió despreocupado la primera puerta que encontró, esperando hallar el baño. Tenía unas ganas locas de darse una buena ducha a ver si así se le pasaba un poco el dolor de cabeza.  
Pero tras la primera puerta solo encontró oscuridad. Cuando se disponía a buscar el interruptor, y sin saber bien de donde procedía, un potente e histriónico grito de 79 DCB le sacó de su letargo.
            -Por Dios, ¿qué demonios es este ruido tan desagradable?
Le iba a explotar la cabeza de un momento a otro. Se notaba las venas hinchadas y notaba como le palpitaban las sienes mientras seguía intentando buscar el interruptor que le aclarara (literalmente) un poco lo que  allí estaba ocurriendo.
-          Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
 Aquel desagradable sonido no paraba nunca. Al contrario, cada vez era más alto e insoportable.
            - Pero???……- No entendía nada, y para colmo, no lograba encontrar el maldito interruptor. De repente, sintió un gran golpe en la cabeza.  Todo se volvió más oscuro aún de lo que ya estaba.
Tuvieron que pasar unos largos segundos hasta que Gael pudo empezar a abrir un poco los ojos. Veía todo borroso. Lentamente fue recuperando la visión. Alguien había encendido por fin la luz. Sus ojos fueron adaptándose y pudo apreciar una mancha que, poco a poco, fue cogiendo forma: una chica menudita, con cara de haber visto un fantasma, estaba en ropa interior y agarraba un paraguas con las manos como si de una metralleta se tratase.
            -¿Quién eres tú? – oyó como le preguntaba aquella chica con un acento muy extraño.
Gael no sabía si aquello era real o si estaba en mitad de un mal sueño.
            - Solamente estaba buscando el baño- dijo mientras intentaba incorporarse. –Pero… ¿quién eres tú?
            - Soy Valeria y vivo aquí.
Vaya. Eso sí que no se lo esperaba.
            - Yo soy Gael, amigo de Raquel, pero ella se ha tenido que ir hace un rato. Pensé que vivía sola.
            - Pues ya ves que no…
            - Me has dado un buen paraguazo- dijo frotándose la cabeza.
            - Bueno…lo siento…es que me has dado un susto de muerte…. ¿estás bien?
            - Sí, creo que sí...
Gael no pudo evitar observar a aquella peculiar chica. Llevaba una ropa interior muy bonita. Su sujetador era rojo y hacia juego con unas braguitas blancas adornadas con unos dibujitos de cerezas. Le pareció una combinación de la más sexy a pesar de lo infantil que resultaba aquel conjunto. 
Sus ojos se posaron sin querer en sus muñecas. Tenía unas cicatrices muy grandes en ambos brazos. Cuando se estaba empezando a preguntar que le habría podido ocurrir, se dio cuenta de que Valeria lo miraba extrañada. Gael se dio cuento de lo surrealista de aquella situación, se ruborizó y, disculpándose, salió de aquella habitación más desorientado aún de lo que ya se había levantado.
-          “Madre mía, qué genio”- pensó mientras seguía frotándose la dolorida cabeza.
Valeria no tardó en salir de la habitación, ya vestida.
-          ¿De verdad que estás bien? – quiso saber preocupada. - Raquel debería haberme avisado.
-          Sí, a mi también.
-          Bueno, lo siento mucho.
-          Sí, lo mismo digo. No pretendía entrar en tu habitación de esa manera.
Se miraron, y sin saber bien como actuar, ella dijo:
-          El baño es la primera puerta, pero a la izquierda. Yo me tengo que ir que llego tarde a un desfile.
-          ¡Yo también voy!…Creo…. ¿El desfile de Raquel? ¿Está muy lejos?
-          No, es aquí al lado. Son dos paradas. Si quieres te espero y vamos juntos, pero no tardes porque yo ya llego muy tarde.
-          Sí, dame dos minutos que me asee un poco y salimos pitando.
Durante el corto trayecto que hicieron hasta llegar al desfile apenas abrieron la boca. Gael observaba a Valeria con toda la discreción de la que era capaz, y  se dio cuenta de lo distinta que era aquella chica. Aquel acento tan extraño le hacía mucha gracia y se preguntaba qué de dónde podría ser. Tenía unos rasgos muy peculiares, con muchas pecas y unos ojos almendrados color miel preciosos. Lo que más le gustaba era su expresión. Cuando aquella chica te miraba, te trasmitía una gran calma, pero a la vez había algo inquietante en su mirada.  Parecía muy infantil y algo tristona. Su peinado era graciosísimo y le aportaba mucha personalidad. Gael no había visto un peinado así en su vida. Llevaba el pelo cortito con un flequillo ladeado. Era una chica muy estilosa pero muy discreta a la vez. A la luz del sol vio como su pelo cogía una tonalidad naranja, y su ropa era también muy original. Llevaba manga larga. Gael pensó, que seguramente, querría taparse aquellas feas cicatrices, y de que además,  debería de estar pasando mucho calor en aquel bus.
-          Ya hemos llegado- dijo Valeria sacándole de sus pensamientos. Y dando un ágil y rápido salto se bajó - Yo te dejo aquí, tengo que ir a trabajar- Y corriendo, desapareció sin más.
-          ¿A trabajar? ¿También era modelo? Era bonita,  pero… ¿modelo? Habría jurado que no superaba el metro sesenta, y bueno….en  fin.
Se dirigió a la puerta un poco aturdido aún y entró en la sala. Había muchísima gente y muchos medios de comunicación congregados. Vio como había un photo call, en el que casualmente le estaban haciendo una entrevista a Raquel. Ya la habían peinado y maquillado, estaba realmente despampanante. Ella lo vio, y disimuladamente,  le hizo un gesto con la mano y le guiñó un ojo.
Aun faltaba un rato para que comenzara el desfile, así que Gael decidió dar una vuelta por la zona. No tardó en enterarse de que aquel desfile formaba parte de un prestigioso certamen para jóvenes diseñadores. Había muy buen ambiente y se alegró de haber acudido. Buscó su asiento. Raquel se había encargado de que fuera en la zona VIP. Se sentó tranquilamente a esperar que comenzara el desfile. Se encendieron los focos, sonó la música y empezó el espectáculo.
Aquella ropa era realmente llamativa y muy bonita. Apenas se había fijado en las modelos. Solo tenía ojos para aquellas prendas tan originales. Ya casi estaba acabando el desfile y aquella curiosa chica no había aparecido aún. Salió la última modelo; no era Valeria. Se desilusionó. Tenía mucha curiosidad por ver a aquella pecosa y menudita compañera de piso de Raquel desfilando. No se la podía imaginar contorneando las caderas de aquella manera. Y cuando ya había tirado la toalla, y como de la nada, apareció entre las cortinas ¡Era la diseñadora! No se lo podía creer. Se había cambiado de ropa y lucía uno de sus propios diseños. Le quedaba realmente bien. Mucho mejor que a ninguna de las modelos que había desfilado haces solo unos minutos aquellas mismas prendas. La gente estaba como loca aplaudiendo, y Valeria se limitaba a sonreír tímidamente.
 Gael la miraba totalmente embelesado, y Raquel lo miraba a él, ignorando que aquella cara de orgullo y satisfacción nada tenía que ver con ella, sino con su dulce y discreta compañera de  piso, Valeria.

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