lunes, 25 de junio de 2012

MUJERES, HOMBRES Y RETRASADOS EMOCIONALES….


Estaba yo tranquilamente en mi casa haciendo el único deporte que no suelo hacer con frecuencia, el zapping. Ese día me apetecía simplemente no hacer nada.
Puse Telecinco. Sí, ya he dicho que no me apetecía hacer nada, y cuando digo nada, es nada!¿ qué mejor que Telecinco para eso??!

Me arriesgue y decidí prestar atención a ese programa que tantos meses(o años) nos viene acompañando en la parrilla televisiva: MUJERES, HOMBRES Y VICEVERSA.

No me gusta juzgar las cosas sin conocerlas, así que me puse a ello.


Después de cinco surrealistas minutos, la primera pregunta que me vino a la cabeza fue:
¿Pero esto es de verdad? ¿Toda esta “gente “de dónde sale? 


Tienen que ser actores, que al no comerse un colín en ninguno de los casting a los que acuden , se ven en la obligación de prestarse a acudir a ese tipo de programas para costearse las extensiones, los tatuajes, los tacones de aguja, la depilación extalaser,las mechas,los machos,la silicona……


Lo primero que llama la atención es el look de los “modelos-actores- frustrados” que se sientan en las sillas. Voy a ser un poco malvada: ¿pero cómo hemos podido llegar a estos límites? Que oiga usted, cada uno se viste como quiere, gracias a Dios….pero esa manera de exhibirse como ganado, a ver si el/la tronista de turno l@ elige para una cita (que por cierto, citas más cutres y sobreactuadas no he visto en mi vida).


Y después la guinda del pastel lo pone un personaje (por llamarlo de alguna manera respetuosa) llamado Rafa Mora. Que tengo que decir, que sé de buena tinta, que cuando se hospedo en un lujoso hotel de Las Palmas, fue bastante maleducado y prepotente, por llamarlo de nuevo de alguna manera respetuosa. Os pongo en situación:
Rafa Mora llega al hotel de lujo donde observa que le han puesto una habitación con dos camas individuales. El sujeto en cuestión, llama a recepción, con muy mal tono y exigiendo un cambio de habitación con las siguientes palabras textuales:


- Soy Rafa Mora, ¿ a caso no sabéis que este que está aquí folla todas las noches?!!!!!!!!!!!!!!
En fin, que este lindo personaje es la estrella del programa, todo un ejemplo a seguir sin duda alguna. ¿Lo peor de todo esto?


Que él está donde está, por la gente que le sigue a los bolos, las personas que ponen la tv para ver ese programa, las chicas que babean y se pelean por él. Sorprendentemente hay miles de mujeres españolas que desearían pasar una noche con él. Por más que lo pienso no logro entenderlo.


Y después dirán que no hay hombres buenos, que las tratan mal, etc etc….
A mi todo esto me viene genial, ya que después en mi consulta tendré a muchas de estas señoritas pidiendo cita, porque el machito de turno les ha destrozado el corazón, y de paso la autoestima…


¿En qué se está convirtiendo España señores??? 




Pero lo más sorprendente de todo, es que después de salir una noche, me doy cuenta de que esas cosas son reales!!!!! 


Muchos chicos de hoy en día son plagios de los chicos y chicas que participan en ese “elegante” programa!!!!!!
Hoy en día da igual que a penas sepas hablar correctamente, o que no sepas escribir tres frases sin haber tenido 20 faltas de ortografía. Da igual que seas una chica encantadora, si no vas con una minifalda que te tape exactamente 5 cm de glúteo, un escote de vértigo, unos tacones imposibles, y dos horas de chapa y pintura para ir a la playa……no eres nadie!!!!!
Y no tienes por qué ser fea!!Yo tengo amigas MARAVILLOSAS Y GUAPISIMAS que se sienten atemorizadas ante un tío, que lo único que le preocupa, es que si a sus amigos les va a parecer lo suficientemente maciza, y si tendrá las tetas lo suficientemente grandes.
Ya casi me corto las venas, cuando el otro día una adolecente de 14 años me dijo:
- Yo no quiero estudiar. Total, no sirve para nada. Yo voy a ir a GH o a Mujeres, hombres y retrasados varios…
¿ Lo más triste? Que casi casi tiene razón!!!!


Algo debemos estar haciendo muy mal, porque señores esto no va nada bien!!!!!!!!!!!!!!


Me parece muy bien que los chicos de hoy en día se cuiden y se preocupen por su físico, pero nos estamos pasando!!!!Horas y horas machacándose en el gym. Y no se dan cuenta de que al cabo de los meses son versiones gigantes de cruasanes depilados y rebañados de cremas antiarrugas…que ya te quitan hasta las cremas antiestrias del baño!!Que si las cejitas depiladas, que si las mechitas, por diossssssssssssssssssss..Que alguien pare esto ya por favor!!!!!!!!!!!!Después se extrañaran cuando nos hagamos todas lesbianas….
Pues eso, que a mi lo que me gustan son los hombres NORMALES, que se cuiden, que hagan deporte, que sean marchosos…..pero de una manera natural!!!!!!!!!


Si es que pasa Beyonce por delante de ellos en el gimnasio y ¡!!ni la miran!!, están demasiado absortos contemplándose a ellos mismo en el espejo, analizando como van creciendo sus músculos con cada serie que hacen de pesitas…………


Amigas mías, si el chico que te gusta le da más importancia al color de tus uñas que al color de tus ojos. Le da más importancia a que vayas maquillada con chanel, antes que maquillada con una bonita sonrisa. Si prefiere a una mujer florero para exhibir delante de sus “amigos”, que a una mujer con conversación y que le haga reír. Pues amigas mías, mandarlos a Telecinco que seguro que ahí hay hueco para un FIGURA MÁS!!!


Y para esos que piensen que hablo desde la envidia o el despecho, están equivocados. Ni soy fea, ni solterona. Es más tengo a un hombre 10 a mi lado, y con más motivo animo a todas esas mujeres a que elijan bien donde poner su tiempo y su cariño. Y por supuesto, con las extensiones necesarias, la ropa necesaria, el maquillaje necesario, y la silicona necesaria.. Podría pasar por una de esas “ hermosas” mujeres y viceversa …….
Si tienes que disfrazarte de pivón para atraer al chico que te gusta….no vale la pena..Te disfrazas de pivón cuando te apetezca y para quien lo merezca, es decir, para ese chico que te ha visto en chándal y sin pintar, y te sigue viendo la más bella…para ese chico que valora tu inteligencia y que se ríe con tus ocurrencias. Para ese chico que se molesta en conocerte más allá de tu talla de sujetador..Para ese chico que te seduce con su conversación y que simplemente es un chico seguro de sí mismo, y no se tiene que tapar detrás de un cochazo, ni de una ropa Armani, ni detrás de un pivon de “escándalo” a la que lucir ….




POR FAVOR MÁS EDUCACION, MÁS CULTURA, MAS SENCILLEZ Y MáS NATURALIDAD!!!
QUE ESTO SE NOS VA DE LAS MANOS SEÑORESSSSSSSSSSSSSSSSSSS…………………………..

martes, 19 de junio de 2012

CARLA Y MATÍAS SEGUNDO ENCUENTRO



Habían pasado ya dos semanas desde aquel encuentro inesperado con Matías, y aunque la verdad era que se moría de ganas  por volver a verlo, Carla no había vuelto a pisar la cafetería de la esquina desde entonces. Cada vez que alguno de sus compañeros de trabajo le proponía ir a por unos cafés, ella ya traía la excusa preparada desde casa. No quería que la cogieran por sorpresa. Se ponía tan nerviosa, que  había decidido que lo mejor era evitar todas aquellas situaciones en las que existirá alguna probabilidad de coincidir con él.

¿Qué demonios le iba a decir? Tan solo la mera idea de pensarlo le hacía sentir ridícula.
Pero inevitablemente, su repertorio de excusas se fue acabando. Ya no le quedaba imaginación para seguir inventándolas casi a diario. No podía seguir negándose a ir a la cafetería. Sus compañeros ya se estaban empezando a extrañar ante tantas negativas. Así que como es lógico, llegó el día en que ninguna de sus laboriosas excusas le sirvió para nada.

Silvia cumplía años y Gio les habían dado a todos una hora extra en el desayuno para celebrarlo. Acababan de terminar la presentación de la nueva temporada y había salido todo a pedir de boca. Así que el histriónico diseñador, sin pensárselo, les brindó alegremente aquella hora extra a todos sus empleados.

Camino de la cafetería, Carla se empezó a encontrar muy mal. Estaba tensa, le costaba respirar con normalidad, sudaba y no podía articular palabra. Tuvo suerte porque nunca había sido especialmente habladora, así que ese pequeño detalle no llamó demasiado la atención de ninguno de sus compañeros. Además, casi todos  iban hablando entre ellos sin prestarle demasiada atención. Así que Carla respiró hondo e intentó aparentar normalidad. Miraba a los compañeros que tenía más cerca y les sonría como si estuviese atenta a sus conversaciones. Nada más lejos de la realidad. No podía estar más lejos de allí. Sus pensamientos estaban a años luz de aquellas conversaciones entre compañeros de trabajo.

Ya solo quedaban unos metros. Allí estaba el inconfundible rotulo verde de la cafetería. Llegaron, abrieron la puerta, y cuando Carla pensaba que se iba a desmallar de tanta tensión, observó que en el lugar donde debería estar Matías, había una jovencita con el pelo teñido de rubio platino. Para su asombro, aquello no la relajó. En el fondo, y pese a su absurdo nerviosismo, esperaba encontrarlo allí. Lo buscó  disimuladamente por la estancia, pero allí no había rastro alguno ni de Matías, ni de su preciosa sonrisa. Sintió como la desilusión y el desconcierto se apoderaban de todo su ser.

Su grupo se dividió. Unos se fueron a reservar mesas, y otros a por el pedido. Ella estaba en el segundo grupo. Cuando ya habían hecho todo el pedido y esperaban a que los llamaran para recogerlos, Carla no pudo, ni quiso, evitar oír la conversación que estaban manteniendo dos camareros. En el fondo estaba pendiente de cualquier detalle que le aclarara el por qué Matías no estaba en su puesto de trabajo aquella mañana.
-          No sé cuándo volverá. Supongo que aún tardara unos días en incorporarse.
-          A lo mejor ni vuelve. Estaba destrozado. Pobre Matías. Ayer lo llamé pero no me cogió el teléfono y tampoco quiero agobiarlo.
-          Sí, es mejor no agobiarle.

Carla sintió un escalofrió. ¿Y si le había pasado algo malo? De repente sintió una gran necesidad de saber qué le pasaba, pero no podía interrumpir aquella conversación y preguntarles a aquellos chicos así como así. Realmente no tenía ningún derecho a ello. No era nada el uno del otro. Ni tan siquiera eran amigos. ¡Apenas se conocían!

El resto del día lo pasó totalmente mal humorada. No se podía concentrar en nada. Así que por primera vez en su vida Carla hizo algo que nunca antes había hecho: le dijo a su jefe que no se encontraba bien y se fue a su casa.
-          “Una cosa es que me guste un desconocido, y otra muy distinta, que me preocupe así de él. ¿Qué demonios me pasa?”

Se había convertido en una auténtica obsesión. Carla ya no pudo pensar en otra cosa el resto del día. ¿Cómo podía enterarse de lo que le había ocurrido a Matías sin que resultara extraño?
Así que, no le quedó otra opción, y al día siguiente sacó fuerzas de flaqueza, y haciendo uso de una valentía hasta entonces desconocida para ella, se plantó en la cafetería de la esquina. Necesitaba comprobar si Matías ya se había incorporado al trabajo. Pero nada. Allí no había rastro alguno de él.

Cada día su obsesión iba en aumento. Cada día lo mismo. Cada día esa chica rubia ocupando el puesto de Matías. Todos los días la misma ausencia. Todos los días las mismas dudas.
 Entre la ansiedad que le estaba causando toda esta situación tan extraña, y la excusa de que los bollos de la cafetería eran los mejores para disimular su repentinas y continuadas escapadas a la cafetería, su peso fue creciendo a la par que  su ansiedad.

 Al octavo día, Carla ya no pudo soportar más aquella incertidumbre. Estaba realmente preocupada ante la idea de que le hubiera podido pasar algo malo a Matías. Apenas podía pensar en otra cosa, y el no poder compartir sus miedos con nadie, la estaba desequilibrando demasiado. Aquella locura tenía que terminar cuanto antes.

Era jueves y Carla hizo lo mismo que todos los días: en la hora del desayuno, preguntaba a sus compañeros  si alguien quería algo de la cafetería, y se iba hasta allí, deseando que ese día fuera diferente, y que por fin,  encontrará a Matías detrás del mostrador.

Pero ese día fue especial; ese día hubo una notable diferencia en su comportamiento: cuando la sustituta de pelo teñido le preguntó qué quería, Carla le soltó de sopetón:

-          ¿Me podrías decir cuando se incorpora Matías?

Para su sorpresa, la voz le salió firme y segura. Y aquella chica, como si fuera lo más normal del mundo, le contestó:

-          Pues la verdad es que yo no lo sé, pero espera un segundo que le pregunto a mi compañero.
Y así fue como Carla,  escuchó por fin los motivos de la ausencia de Matías y pudo despeJar todas aquellas dudas que la venían amargando día tras día.

Se quedó helada; porque entre todas las hipótesis que había barajado en su mente, esa nunca fue una de ellas. No se esperaba aquella contestación. Ella se había imaginado cualquier cosa, pero que se había muerto su madre era lo último que esperaba escuchar.

Por un lado, se sintió aliviada porque no le hubiera ocurrido nada grave a Matías, pero por el otro, sintió como aquella noticia le afectaba más de lo normal. No conocía de nada a Matías, pero le daba la impresión de que aquello tenía que estar siendo muy duro para él.

Aquellos amables chicos le habían dicho que no sabían cuando se incorporaba exactamente, pero que creían que Matías no tardaría mucho más tiempo en empezar a trabajar. Si Carla hubiera sabido que iba a resultar tan fácil saber lo que le ocurría a Matías, se hubiera ahorrado ocho largos días de dudas y angustia.

 Se dio la vuelta dispuesta a regresar a su trabajo, sin darse cuenta, de que justo cuando abría la puerta cabizbaja para marcharse, un ilusionado Matías entraba en la cafetería.






lunes, 11 de junio de 2012

OS PRESENTO A DOS PERSONAJES DE MI NUEVO LIBRO...


CAPÍTULO 9
Matías y Carla.
CARLA.
Aquella mañana se había levantando un viento terrible y Carla pensó que sería mejor ir en autobús hasta el trabajo. Normalmente iba dando un paseo. Le gustaba mucho caminar, y más a primer ahora de la mañana cuando sentía que todo iba despertando y cobrando vida poco a poco. Los olores matutinos le parecían de lo más estimulantes: tierra mojada, pan recién hecho, café, cruasán…
Tuvo suerte y no tuvo que esperar mucho tiempo en la parada hasta que llegó su autobús. Pagó su billete sorprendida por cómo había subido el precio del trayecto desde la última vez que lo usó, y observó que el bus estaba hasta los topes de gente. Cuando ya pensaba que tendría que ir todo el trayecto en el pasillo, un chico se levantó y, amablemente, le cedió su asiento. Carla no supo cómo reaccionar y su primera respuesta fue decirle que no. No le sirvió de nada, aquel chico ya se había levantado.
-          Gracias- dijo  muy cortada acomodándose en su nuevo sitio.
-          Un placer- le contestó aquel desconocido con una sonrisa.
Cuando Carla llegó a su parada, ni siquiera lo miró. No sabía por qué, pero aquel chico la ponía muy nerviosa. Se levantó muy rápido y salió disparada hacia su trabajo. No pudo quitarse de la cabeza aquella sonrisa en todo el día.
-          No seas absurda, si ni siquiera lo conoces- pensó ya por la noche en su cama cuando vió que aún seguía pensando en él.
Al día siguiente, Carla se despertó, y en un arranque adolescente, decidió romper con su rutinario paseo matutino. Se arregló con esmero, y a la media hora estaba en aquella parada de autobús. Ella era una chica madura y no entendía que demonios estaba haciendo allí emocionada y nerviosa como si se tratase de una primera cita,  a la espera de volver a encontrarse con un auténtico desconocido que lo único que había hecho era ofrecerle su asiento. 
De repente lo entendió todo: ¡aquel chico le había cedido su asiento porque pensaba que era una señora mayor!
Carla sintió como la vergüenza se instalaba en cada poro de su piel.
-          ¿Cómo puedo ser tan infantil?- pensó enfadada consigo misma.
 Y cuando se decidía a emprender su marcha diaria, apareció el bus. Ya no podía irse. La gente pensaría que estaba loca. Así que tragó saliva y se subió intentando disimular aquellos absurdos nervios. Pagó su billete y buscó un asiento libre sin levantar la mirada del suelo. Solo esperaba que aquel chico no estuviera allí. No sabía exactamente el por qué, pero se sentía totalmente ridícula y fuera de lugar.
Por suerte ese día no había tanta gente y no tardó en encontrar un asiento libre muy cerca del conductor, pero cuando por fin se relajó un poco y levantó la vista para sentarse, lo vio.
Aquel chico estaba allí observándola con aquella bonita sonrisa en la cara. Al cruzar sus miradas, Carla sintió que se le aceleraba el corazón descontroladamente.
-          “Tranquilízate por Dios, pareces una niña”.
Se estaba volviendo loca, podía notar la mirada de aquel chico clavada en su nuca. Seguro que se lo estaba imaginando todo. ¿Qué interés podía tener aquel guapo chico en ella? Una brusca frenada hizo que Carla volviera en sí. El  bus paró, abrió las puertas,  y la gente empezó a bajarse rápidamente, cada uno de camino a sus propias responsabilidades. A ella aún le quedaban un par de paradas para llegar a su destino.
-          Hasta mañana- oyó que decía de pronto una voz masculina.
Asombrada, miró hacia el pasillo. No estaba loca. Estaba en lo cierto. Aquel chico la estaba  mirando. ¡Se estaba despidiendo de ella! Notó como la sangre se le agolpaba de repente toda en la cara.
-          “Dios mío, tengo que parecer una bombilla”.
Pero parecía que a aquel desconocido, ese “pequeño” detalle le daba igual porque seguía mirándola y sonriendo. No dejó de mirar a Carla ni un solo momento hasta que bajó de aquel autobús.
Estaba claro: no tenía que haberse salido de su rutina. Durante sus paseos matutinos a Carla nunca le había pasado nada parecido. ¿Y si aquel chico estaba loco?
-          “Decidido, mañana de vuelta a la rutina. Se acabó el autobús.”
Carla intentó no volver a mirarle, pero el bus se puso en marcha y pasó justamente por delante de él. Así que sin poder evitarlo, y  desde la seguridad que le daba el estar al otro lado del cristal, lo miró. Cuando sus miradas se encontraron,  Carla no puedo hacer otra cosa. Estaba como poseída por una extraña fuerza que gobernaba todos sus sentidos. Y  ante su propia sorpresa, se encontró ofreciéndole a aquel completo desconocido una amplia y bonita sonrisa.
El autobús siguió su marcha y aquel chico cada vez fue haciéndose más y más pequeño. Todo lo contrario que sus ojos, que en la mente de Carla se fueron haciendo cada vez más y más grandes. Ya no se pudo quitar de la mente aquella mirada el resto del día.
Aquella noche no pego ojo recordando lo sucedido. Estaba muy sorprendida por la impresión que le había causado todo aquello. Era consciente de lo absurdo de la situación, y por eso no podía parar de pensar en ello.
Cuando sonó el despertador lo tuvo muy claro: nunca más cogería aquel autobús. Solo de pensarlo le temblaban las piernas. Así que se duchó, se vistió como cada día y se fue dando su matutino paseo hasta el trabajo. Pero Carla no tardó en darse cuenta de que algo había cambiado. Ya no disfrutaba tanto de cada olor, de cada detalle. Su mente estaba muy lejos de allí. Su  mente estaba junto aquel desconocido.
¿Cómo le había podido haber impactado tanto? Solo le había sonreído un extraño y ya pensaba que era amor. Era totalmente ridículo. Si se lo contaba a su hermana Valeria se reiría de ella sin parar. Ninguna de las dos había tenido pareja aún.
Carla ya había cumplido 26 años, así que la conclusión que sacó fue que aquella reacción irracional freudiautobusiana había sido fruto de las ganas que tenía de enamorarse. Estaba proyectando todos sus deseos en un auténtico desconocido con el que ni siquiera había mantenido una conversación.
 Por supuesto, no le dijo ni una sola palabra a nadie. Era consciente de lo ridículo que resultaba todo aquello.
“Valeria y yo estamos muy bien como estamos. No nos hace falta que entre nadie más en nuestras vidas”.
A la semana siguiente todo fue volviendo a la normalidad poco a poco. Es verdad que Carla se encontraba pensando en él cuando menos lo esperaba. No lo podía evitar. Pero en cuanto se le cruzaba aquella sonrisa en sus pensamientos, rápidamente, se centraba en otra cosa y echaba de allí a todos esos recuerdos. Como siempre, gracias a su trabajo, logró distraerse de todo aquello en lo que no quería pensar.
Era miércoles. Estaba teniendo un día muy duro en el trabajo. Decidió salir a comprar unos bollos y un café en la hora del desayuno. Estaba harta del café de su trabajo. Era asqueroso. Normalmente se decantaba por el té, pero esa mañana se notaba un poco adormilada y necesitaba una buena dosis de cafeína. Tenía por delante una larga jornada laboral. Faltaba muy poco para la nueva temporada y presentar la nueva colección era todo un caos.
No tardaron en llegar a la cafetería. Le había dicho a Silvia que si le apetecía acompañarla. Silvia era una compañera de trabajo con la que había hecho una bonita amistad a base de horas y horas de coser juntas una al lado de la otra.
Carla nunca había sido muy habladora, pero con el tiempo, había llegado a ser muy querida por todos sus compañeros por su discreta y responsable forma de ser.
La cafetería, como siempre, estaba a reventar. Era una cadena muy conocida de cafés en donde apuntan tu nombre y te llaman cuando tu pedido está listo.
-          Café Latte y un expresso  para Carla- oyó que decía uno de los empleados al cabo de unos pocos minutos.
Se acercó a por los cafés mientras Silvia reservaba una mesa, y cuando se disponía a pagar, oyó que aquel chico decía:
-          Hola. Carla es un bonito nombre. Me alegro de saber por fin cómo te llamas. Siempre me lo había preguntado cuando te observaba desde el autobús. Mi nombre es Matías.
Ocurrió todo demasiado rápido. Aquello la pilló totalmente desprevenida. Carla alzó la vista y allí estaba. Aquel guapo chico del autobús que tantas horas le había hecho perder pensando en su sonrisa, le ofrecía su mano en un gesto de presentación formal. Casi como un robot ella le tendió la suya y, tímidamente, se la estrechó mientras su corazón volvía a latir a mil por hora.
Carla se dio cuenta de lo terriblemente guapo que era aquel chico en las distancias cortas, cosa que no le ayudo nada a relajarse.
-          Bueno, ahora que sabes dónde trabajo, espero que nos veamos más a menudo. Un placer Carla. Qué disfrutes de tu caffé.
-          Hasta luego- murmuró ella.
 Como en una nube se dirigió hasta la mesa con los cafés. Cuando Silvia la vio llegar tan roja, le preguntó que si iba todo bien. Carla quiso disimular y le contestó que todo iba perfectamente. Salió de aquella cafetería sin saber muy bien si aquello que acaba de ocurrir era real o no.
Ahora ya tenía dos sitios a los que Carla no podía acudir: al autobús de la línea 11 y a la cafetería de la esquina.


MATÍAS.
Hacía ya tres años que le habían diagnosticado cáncer a su madre. El primer año había sido muy duro. Primero asimilar la mala noticia, y segundo, enfrentarse a una vida repleta de médicos, hospitales y sesiones de quimioterapia, que dejaban a su madre muy desvalida y sufriendo muchísimos efectos secundarios. 
Después vendría la complicada operación donde por fin pudieron extraerle toda la masa tumoral que le quedaba en el cuerpo.
El ser tan consciente de que podía perderla, le hizo madurar de golpe. Matías pasó de ser un joven alegre y desinhibido, que triunfaba mucho con las chicas, a ser un chico introvertido y reservado, sin más vida social que la de ir a los hospitales con su madre.
El segundo año fue muchísimo mejor. En sus revisiones mensuales todo salía a la perfección. No había rastro alguno de células cancerígenas. Su madre fue recuperándose en todos los sentidos. Aquella preciosa melena que siempre le había caracterizado, volvió a crecer en todo su esplendor, y su salud y su personalidad, poco a poco fueron siendo las mismas de siempre.
 Su madre no fue la única que aprendió a ver la vida desde otra óptica. Matías, pese a su juventud, también aprendió a valorar las cosas importantes. Ahora el pasar tiempo con sus seres queridos era fundamental para él. Todo el tiempo que le dejaban sus estudios y su trabajo en la cafetería, lo dedicaba a estar con los suyos.
Así que sin imaginarlo, ese fue un año lleno de alegrías. Todo se había solucionado.
Matías se pudo centrar por completo en sus estudios de arquitectura y pudo mantener su puesto de trabajo en la cafetería. Su madre era empresaria, pero desde que le diagnosticaron la enfermedad, no había podido hacerse cargo de sus negocios y los había tenido que traspasar. Así que Matías necesitaba ese trabajo. Además, tenía la suerte de que disfrutaba mucho con él. Le gustaba el trato con los clientes, y sus compañeros tenían casi todos la misma edad, por lo que el clima laborar era muy distendido.
Su padre los había abandonado cuando él era muy pequeño, así que siempre habían sido únicamente ellos dos para todo: su madre y él. Su madre y él siempre juntos para todo.

Una mañana de lunes, Matías pidió libre en el trabajo para llevar a su madre al hospital a hacerse su rutinaria revisión. No podía evitarlo, siempre que tocaba la dichosa revisión, sus nervios se descontrolaban.
Hacia un año que todo había pasado, pero el miedo y la duda siempre afloraban a la mínima de cambio. Ese día estaba especialmente nervioso sin saber por qué.
Cuando llevaban ya un rato esperando los resultados, la oncóloga que había llevado su caso desde el principio, los llamó. Entraron en su despacho y Matías sintió que su mundo se desmoronaba como un castillo de naipes. La cara del médico era un poema, y sin necesidad de verbalizar nada, lo decía todo.
Quiso parar el tiempo y congelar ese momento,  para que aquella mujer de bata blanca no abriera la boca y destrozaras sus vidas para siempre. Todo pasó muy despacio, pero pasó.
-          La masa tumoral ha vuelto a desarrollarse y………………..
Matías ya no pudo oír nada más de lo que aquella señora estaba diciéndoles. Un pitido se implantó en su mente. Miró a su madre que tenía los ojos muy a abiertos y una expresión de pánico en el rostro y supo que sus vidas volvían a cambiar para siempre. No lloró, no gritó, no pudo decir nada…
Por el contrario, su madre sí lloró, sí gritó y sí pudo decir algo:
-          ¿Por qué a mí? ¿Por qué a mí?.......
Tuvieron que llamar al psicólogo de guardia e introducirle un tranquilizante debajo de la lengua. Matías sin embargo estaba frio como el hielo y no pudo reaccionar de ningún modo.
Y así fue como el tercer año volvieron al inicio: largas e interminables horas en el hospital. Vuelta a la batalla. Matías odiaba los hospitales, sobre todo su olor. En cada una de esas  frías y feas habitaciones, había una triste historia que escuchar. Para colmo te cobraban hasta para poder ver la televisión.
Señores pacientes. Esta usted en un centro hospitalario. Aquí intentaremos curarle de su enfermedad, pero si ya quiere usted alguna comodidad extra para que su estancia aquí se más llevadera, tiene usted que pagar”.
 Le daba tanta rabia. ¿No se suponía que tenían que hacer lo posible por mejorar un poco la calidad de vida de esas personas que ya de por sí lo estaban pasando tan mal? No entendía como alguien podía hacer negocio en situaciones así. La persona que hubiera tenido la brillante idea estaría contenta consigo mismo.
Pero había una cosa por encima de todas que a Matías le daba especialmente rabia: las enfermeras. Odiaba a la mayoría de ellas. No entendía cómo podían ser tan antipáticas y ariscas con ellos. Él suponía que si estaban ejerciendo esa profesión era por vocación de ayudar al prójimo. Pero por algún extraño motivo, las enfermeras que él había conocido, eran en su gran mayoría unas amargadas que descargaban sus frustraciones con los familiares, o peor aún, con los pacientes del hospital.
Una tarde en la que su madre estaba especialmente delicada. Entró una enfermera a cogerle la temperatura. Primeramente entró dando un portazo, haciendo que su madre se despertara bruscamente de ese sueño que tanto tiempo le había costado conciliar. Segundo, le levantó violentamente el brazo y le metió el termómetro debajo del sobaco cómo si de un cochino se tratase, mientras su madre apenas  había tenido tiempo de despertar de su sueño. Matías se tenía que morder la lengua porque su madre se disgustaba mucho cuando él, ya cansado de aguantar ese trato, les llamaba la atención. Así que por hacerle el gusto, se tenía que aguantar y ver como los maltrataban sin poder hacer nada.
-          ¿Qué vas a querer de merendar hoy?- oyó que le preguntaba aquella enfermera sin tan siquiera  mirarla a los ojos.
Ese día su madre estaba respirando con mucha dificultad y le había puesto oxígeno.
-          Un vaso de leche y una magdalena, por favor- contestó su madre con dificultad por aquella mascara de oxigeno que le tapaba la boca y la nariz al completo.
-          Si no te quitas la máquina no te entiendo- dijo aquella bruja con bata azul con muy mal tono.
Aquello fue el colmo. Matías sintió como un escalofrió de mala leche se apoderaba de su ser y no pudo contenerse más. Puso tan firme a aquella enfermera, que nunca nadie más en aquel hospital se atrevió a tratar con brusquedad a su madre, y por ende, a la que tuviera como compañera de habitación. Era lo único que le faltaba. Ellos, que en su mayoría eran familias rotas y asustadas por la enfermedad de sus seres queridos, y que vinieran aquellas enfermeras y les tratasen como a delincuentes. Ni a los presos hay que tratarlos con tan poco tacto- repetía Matías muchas veces.
Y así iban pasando los días. Uno tras otro. Cada día con menos esperanzas de que aquella enfermedad les dejara tranquilos. Se le hacía muy duro ver a su madre apagarse. Lo que peor llevaba de todo, era ver como los dolores  iban en aumento. No podía verla sufrir así. Y aunque Matías nunca verbalizaba la posibilidad de perderla, él sabía que esa opción existía aunque nadie se atreviera a decirlo en voz alta. Si lo decía en voz alta era como si se hiciera real de algún modo. Así que todos intentaban evadir el tema y sonreír.
Su madre era todo su mundo. Matías no se podía imaginar una vida sin ella. Era una gran mujer y, paradójicamente, la persona más vital que  había conocido jamás. Siempre alegre, siempre con palabras de ánimo para todos, siempre con una sonrisa en la cara. Hasta en los momentos más duros, ella lograba sacar una sonrisa a quien tuviera al lado. Por eso, Matías se consolaba pensando que el cáncer no podría con ella. Pero cada día estaba más débil, cada día más delgada, cada día se iba apagando un poco más.
Matías tuvo que aparcar la carrera por un tiempo, así que repartía su tiempo entre hospitales, sesiones de quimio y la cafetería. No podía perder aquel empleo, y en el fondo estaba agradecido de contar con algo que mantuviera su mente ocupada por unas horas. Si no hubiera sido por esas horas de distracción, se hubiera vuelto loco.
Cada mañana la misma rutina. Se levantaba de madrugaba. Se ocupaba de dejar a su madre preparada hasta que viniera la chica que les echaba una mano con todo, y se iba camino del trabajo en la línea 11.
Todas las mañanas caminaba hasta la parada y, como un zombi, se sentaba al lado de la ventana. Nunca había estado tan triste. Sus amigos se estaban portando muy bien con él, pero Matías solo quería estar junto a su madre. El pensar que la podía perder le daba mucho vértigo y quería pasar junto a ella el máximo tiempo posible.
Aquella mañana hizo el mismo recorrido de todos los días. Estaba lloviendo un poco, y el día estaba más gris aún de lo que ya estaba en su interior.  Tenía la cabeza apoyada en el cristal de la ventana y escuchaba TRAVIS en su ipod, cuando de pronto la vio.
Una chica llamó su atención. Iba con un gorro de lana de color amarillo y caminaba lentamente, al contrario de las demás personas que caminaban a paso rápido refugiados debajo de sus paraguas. Ella no. Ella no llevaba nada que la protegiera de la lluvia. Al contrario, iba despacio y parecía estar disfrutando. No pudo apartar sus ojos de aquella enigmática chica.
Al día siguiente, Matías ya la había olvidado cuando la volvió a ver. El mismo ritmo, el mismo misterio. Ese día no llovía pero ella seguía tan ausente como el día anterior. Llevaba una falda a media rodilla y una chaqueta muy original color verde botella. Tenía algo diferente e incluso divertido. No pudo quitarle la vista de encima.
Al día siguiente lo mismo. Y al otro…y al otro…..así pasaron alrededor de seis meses. Cada día una ropa distinta, pero cada día su expresión era la misma: una mezcla de paz y de melancolía. Cada día le gustaba más aquella chica. Ya le parecía que formaba parte de su vida. Era algo cotidiano dentro de su rutina. El toque de color entre tanto gris. No tardó en comprender que el contemplar a aquella chica desde el autobús era lo más emocionante de su día a día.
Matías se preguntaba qué a dónde se dirigiría aquella chica a diario, se preguntaba que cómo se llamaría, se preguntaba qué cuantos años tendría, se preguntaba  si tendría pareja, se preguntaba si sería feliz……Se preguntaba muchas cosas sobre aquella desconocida. Y así fue haciéndose una idea imaginaria de la vida de aquella bonita chica que le acompañaba en sus pensamientos un día tras otro. Unos días se la imaginaba en una oficina, otros días era abogada, otros días psicóloga, otros días profesora... Y así un sinfín de oficios y de nombres imaginados para ella.
Una mañana de primavera, su madre se levantó especialmente mal y la llevó a urgencias donde la mantuvieron en observación, y al ver que sus plaquetas estaban más bajas de lo normal, decidieron ingresarla.
Matías estaba muy asustado. La idea de poder perderla era demasiado dolorosa. Apenas podía reprimir las lágrimas. Se dirigió al trabajo dispuesto a dejarlo todo. No tenía fuerzas para trabajar. No tenía fuerzas para nada. No quería seguir viviendo así. El ver a su madre cada día peor no era vida.
 El autobús paró, recogió a los viajeros y para su sorpresa, el autobús se iluminó a la misma vez que su alma: allí estaba aquella chica.
Sin poder controlarlo una sonrisa asomó en su cara. No se lo podía creer. Aquello sí que era una novedad. En todo aquel año nunca antes la había visto coger ese autobús. No podía dejar de mirarla. Ahora que la tenía tan cerca no podía evitar observarla. Seguía manteniendo esa aura de tranquilidad y melancolía en la cara. Se puso muy  nervioso al ver como ella venía directa hasta donde él estaba. Matías reparó en que no había ni un solo asiento libre. Como un acto reflejo se levantó y, amablemente, le ofreció el suyo.
El corazón le iba a mil por hora. Si de lejos era guapa, de cerca era realmente preciosa. Todos sus gestos eran delicados y elegantes.  Matías estaba tan absorto en sus pensamientos que no oyó como aquella chica denegaba su amable ofrecimiento. Así que ella, al ver que él se había levantado de todas maneras, no tuvo más remedio y se sentó en el asiento que él le ofrecía.
Cuando aquella chica pasó por su lado, una dulce fragancia acaparó todos sus sentidos. En ese mismo instante Matías no tuvo ninguna duda: se había enamorado de aquella desconocida tan familiar.

lunes, 4 de junio de 2012

LOS DIEZ MANDAMIENTOS DE UNA RELACIÓN ( MAS O MENOS FELIZ)









1. ENAMORATE DE ALGUIEN QUE TE CORRESPONDA.
Regla de oro: trata de conseguir lo que deseas, siempre y cuando esté a tu alcance. Y no pienses que esa persona se enamorará de ti con el tiempo, sobre todo si está casado/a o ya está enamorada/o de otro/a.
La compulsión de perseguir sin piedad a alguien que no te hace caso responde principalmente a dos motivos: o bien a problemas no resueltos de dependencia emocional ( véase anterior post sobre el tema); o bien por el aburrimiento existencial y búsqueda de emociones fuertes. Si es lo primero te recomiendo que busques un buen terapeuta ,y si es lo segundo, mejor que cambies de trabajo, te alquiles una buena película, estudies algún idioma, o te apuntes a un cursillo de paracaidismo.
2. BUSCA A ALGUIEN CON QUIEN TENGAS COSAS EN COMÚN.
Los opuestos se atraen, pero generalmente las posibilidades de estar juntos se agoten debido a la incompatibilidad intelectual o emocional. si provenís de ambientes muy diferentes, si a ti te gusta los Violadores del Verso y él tiene la colección entera en DVD de Tarkovski, asúmelo: lo que quieres es echar unos polvos, no tener una relación con él/ella. Si las diferencias básicas son pequeñas,las probabilidades de tener conflictos en la relación serán mínimas.
3. CONOCE, NO IMAGINES, NO PROYECTES.
Muchas personas creen conocer al hombre o al a mujer de sus vidas a los tres mese de estar saliendo. Eso es imposible y requiere más tiempo para saber cómo es realmente una persona. Lo que sucede es que todos tendemos a proyectar y a idealizar cuando nos enamoramos. Si se pasa una tarde escuchando nuestras penas, ya damos por hecho de que estamos ante una persona comprensiva y paciente cuando es posible que aquella tarde lo hiciera sólo animado por la perspectiva de llevarte a la cama. Si le vemos dar una limosna de 10 euros a un mendigo, concluimos que es muy generoso, pero quizás lo hiciera solo para impresionarnos y luego resulte ser más agarrado que un chotis. NO TE CERAS FALSAS EXPECTATIVAS E IMAGINES DONDE NO HAY.
4. NO TE ABURRAS.
Porque el abundamiento mata a la pareja. Muchas personas han sufrido tanto en las relaciones anteriores que acaban pensando que mientras no haya discusiones todo va bien. pero si el precio de pagar no discutir es el de pasar las tardes de domingo mirando la tele, la cosa no va a funcionar.
5.PLANTEA LAS REGLAS ANTES DE JUGAR.
Si lo que tú quieres es compromiso, no te embarques en relaciones que sólo te o ofrezcan sexo pasajero. Y viceversa. si quieres una pareja en donde los dos colaboréis en las tareas domesticas, desde la primera cena en tu casa ínstale a que te ayude a fregar los platos. Si no te gusta ir a los toros ni llevar minifalda, dile desde el principio que eres miembro de ATEA ( asociación para el tratamiento ético de los animales) y que sólo llevas pantalones. Mucha gente tiende a ocultar la verdad al principio de la relación con tal de impresionar o quedar bien con el otro.. Gran error. Debes mostrar claramente y desde el principio tus expectativas. Así no te defraudarán ni esperarán de ti algo que  no puedes darles.
6. SI SE LO HIZO A ELLA, TE LO PUEDE HACER A TI.
Alguien con antecedentes poco confesables respecto a sus parejas pasadas puede ser un serio problema. Fíjate bien en sus experiencias pasadas como en su trato actual hacia las mujeres cercanas. Así tendrás referencias para reaccionar. Si ha dejado a su pareja por ti, ten en cuenta que también te podrá dejar a ti por otra, sobre todo si lo ha hecho de manera brusca y poco elegante.
7. PACTA. NO SACRIFIQUES.
NUNCA RENUNCIES A ALGO QUE SEA MUY IMPORTANTE PARA TI CON TAL DE CONSEGUIR SU AFECTO. Jamás accedas a dejar tu trabajo o a descuidar amistades o relaciones familiares, ese es el primer paso seguro hacia una relación de maltrato. si no te gusta ver el fútbol con sus amigos pues no lo hagas. Si para él es muy importante pues pacta con cariño alguna opción. Nunca cedas en el terreno emocional a cambio de afecto, porque lo único que conseguirás es que la otra persona pida más y más y  nunca te dé. Si en una relación vas a empezar a perder parte de ti misma, de tu personalidad, de lo que te define, eso no es una relación: es un secuestro.
8. PIENSA QUE ES PORQUE TÚ LO VALES.
Nunca construyas una relación sobre los cimientos de la sumisión o la admiración ciega. La otra persona no es superior a ti. NADIE LO ES. Todos somos iguales, y aunque algunos destaquemos en algunas cosas, eso no nos convierte en personas con mayores o menores derechos. Cuando empieces a pensar tonterías como: es demasiado buena para mi, no lo merezco, vas mal.
Una relación ha de ser igualitaria. O no ser.
9. NO TENGAS SECRETOS.
No hace falta que hagas el amor a oscuras para ocultar tu celulitis. O que te avergüences a estar enganchada a sálvame de luxe o tener la disco grafía completa de Camela. No escondas tu pasado sexual para hacer creer al otro que has tenido más o menos amantes de lo que verdad has conocido. Si alguien no te acepta tal como eres, es que no te acepta y punto. Debes encontrar una pareja en quien puedas confiar y que te apoye. Logra una verdadera intimidad es arriesgado,pero también muy satisfactorio y emocionante. Ser capaz de conseguir confianza y apoyo mutuo con la otra persona es la promesa más clara de la felicidad de una relación.
10. TE MERECES SER FELIZ. SI NO LO ERES, BUSCA, COMPARA Y ENCUENTRA ALGO MEJOR!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!




No te creas esas chorradas de " voy a perder la cabeza por tu amor", " Mi vida no tiene sentido sin ti". Un relación nunca debe estar basada en el sufrimiento o la dependencia. Si te va el masoquismo, te saldrá mejor apuntarte a un club de esclavos y dominantes y dedicar ese hobby al tiempo libre, en lugar de hacer de  tu vida entera una esclavitud.




TODO EL MUNDO MERECE SER FELIZ, excepto los neo nazis, ,los dictadores y los especuladores inmobiliarios. Pero esa gente no lee, y menos temas como estos.


SEAN FELICES QUE LA VIDA SON DOS DÍAS!!!!!!!!!!!!;)